Planteo que en las prácticas sociales de educación, desarrollo y en la terapia, se da un borramiento y producción de la alteridad basada en su nominación “deficitaria” o “problemática”(menor, incompleto, infante, ignorante, fallido, analfabeta, salvaje, atrasado, arcaico, precario, rezagado, pobre, indígena, campesino, excluido, promiscuo, deprimido, estresado, anormal, subdesarrollado)que permite y justifica la intervención en el otro, al mismo tiempo que dota de identidad al portador del sistema de clasificación, constituyendo un cierto tipo de relaciones de control y de poder; un poder que Foucault llama “poder pastoral” Me interesa pensar qué pasa cuando una práctica que se intenta como práctica alternativa frente a los mecanismos de control y de poder, se queda también atrapada en estos procedimientos de borramiento y producción del otro y en el ejercicio del poder pastoral. Quiero destacar de qué modo la práctica emancipadora da lugar, en estos casos, a modos de “emancipación tutelada”, siguiendo la idea de Ranciere al respecto